¿Integración o inclusión?

La Educación Especial debe ser definida en función de las necesidades que deben satisfacerse. Así pues, debe llevarse a cabo desde el momento de detección de dicha necesidad.


Tras esta aclaración, es necesario indicar que el concepto de integración ha sufrido una evolución. En un primer momento se consideró que se refería a que el emplazamiento físico de los alumnos con discapacidad, es decir, éstos debían escolarizarse en centros y aulas ordinarias y no en centros específicos. El sentido de esta medida era que el simple contacto físico con alumnos sin discapacidad beneficiaría académica, social y personalmente al alumno con discapacidad.


Más adelante, se constató que el criterio de ubicación no era suficiente para valorar la integración de los alumnos, así que se comenzó a enfatizar y a entender la integración en términos del nivel de participación instructiva y social del alumno con discapacidad en el aula ordinaria. El objetivo de esta fase fue la determinación de cuáles eran las técnicas o métodos más útiles para facilitar la integración escolar del alumno. A partir de este momento se producen muchos intentos de acometerla con el objeto de lograr la participación del alumno en el contexto escolar ordinario.


La evolución del término integración ha hecho surgir un nuevo concepto: la inclusión o la integración como proyecto global de centro. El objetivo es ofrecer una educación que se adapte a la diversidad, a la peculiaridad, a la diferencia e idiosincrasia de cada alumno y cada contexto.


La educación inclusiva define una actitud, un sistema de valores y creencias que condiciona la adopción de decisiones y acciones concretas. Es un lugar en el que todo el mundo se siente aceptado, apoyado y ayudado por sus compañeros, profesores y otros miembros de la comunidad escolar y donde se da respuesta a sus necesidades educativas.


Los principios de la educación inclusiva son:


  1. Respeta agrupamientos heterogéneos.
  2. Desarrolla el sentido de la pertenencia al grupo en que se está escolarizado.
  3. Plantea actividades con distintos niveles de dificultad.
  4. Se desarrolla en ambientes frecuentados por personas sin discapacidad como el aula ordinaria.
  5. Proporciona experiencias educativas equilibradas donde se consideran tanto los aspectos académicos / funcionales del currículo como los componentes sociales / personales.


Así pues, inclusión, como su nombre indica es formar parte de algo, de un todo.


Tras esta explicación del concepto podemos deducir que la tarea principal para desarrollar la educación inclusiva es cómo desarrollar el sentido de comunidad entre todos los miembros de la escuela (alumnos, padres, profesores) de modo que la diversidad se considere como positiva, derivándose en el compromiso de que nadie se sienta excluido. Debe crearse una comunidad en la que todos se sientan aceptados y valorados, apoyen y sean apoyados por sus iguales y por otros miembros de la comunidad escolar, al tiempo que satisfacen sus necesidades educativas.

La relación entre educación inclusiva y aprendizaje cooperativo es necesaria. La inclusión implica no competir con los demás sino trabajar juntos, enseñarse mutuamente y participar activamente en su propia educación y en la de los compañeros .

¿Integración o inclusión? Tras el desarrollo del significado de ambos conceptos, podemos deducir que la inclusión sería la perfección en el sistema educativo.

Una educación inclusiva se conseguirá cuando el contenido de las clases se adapte a todo el conjunto de alumnos, y cuando se potencie la positividad de la diversidad. Todo ello debería conseguirse mediante el trabajo cooperativo de todos los miembros de la comunidad educativa.

No obstante, la realidad en la escuela común es distinta, ya que es difícil conseguir esta difícil meta de educación inclusiva, cuando desde la administración vienen dados una serie de objetivos que deben cumplirse en cada curso escolar, y que tal vez sean imposibles de alcanzar si no se sigue un ritmo de trabajo que quizá no todos puedan alcanzar.

En mi opinión, nos encontramos ante una integración escolar en nuestro actual sistema educativo. Es decir, aquellos alumnos con Necesidades Especiales acuden a clases ordinarias, en las que, de forma habitual no existe el trabajo cooperativo y el profesor lidia con el temario exigido por las Consejerías de Educación. Los alumnos integrados son aquellos que no pueden seguir el ritmo establecido por el motivo que sea (discapacidad, TDH…) y son respaldados por apoyos externos al aula ordinaria, bien sea dentro o fuera del horario escolar.

Obviamente la integración, es positiva para el alumno que puede escolarizarse en un centro ordinario, pero no es la situación óptima. El sistema educativo se beneficia de la integración debido a que no se requiere un esfuerzo extra para adaptar las materias impartidas a todo el colectivo del alumnado, y además se cumplen los objetivos fijados.